domingo, 24 de diciembre de 2017

[un cuento de navidad]

Era nochebuena. Aquel año a pesar de haber caído en domingo, Alain, tuvo que madrugar como un día cualquiera, era vital dejar el trabajo avanzado para poder ir a casa como todos los años por Navidad.

Era el mediano de dos hermanos. Lorenzo, el mayor, casi 10 años mayor que él, y Uxía, la pequeña, media hermana fruto del segundo matrimonio de su madre, 15 años más joven. Su padre había muerto cuando él apenas tenía 13 años, y, dos años más tarde, su madre había rehecho su vida con otro hombre con el que Alain apenas se llevaba, pero Uxía… Uxía, al contrario que su hermano Lorenzo, era la niña de sus ojos.

Lorenzo era egoísta, orgulloso y pendenciero. Se había casado con una mujer que perfectamente podría ser la horma de su zapato, los dos eran tan iguales que, después de tanto tiempo de matrimonio, apenas se soportaban. Si seguían juntos era por los tres hijos que habían tenido. Y, desde hacía unos años, él buscaba consuelo en la bebida.

Uxía era diferente, a pesar de no haber dado el visto bueno a que su madre hubiera rehecho su vida con un hombre que no le caía bien, Alain babeó por su hermana desde el primer momento que la tuvo en brazos siendo un bebé. Cuando el padre de Alain murió, le hizo prometer al pequeño de los dos hermanos que cuidaría de su madre. Y así hizo desde el día en que su padre dejó de respirar, cuidó de su madre y, posteriormente, de su hermana como si hubiera sido también hija de su mismo padre.

Aquel había sido un año muy largo y demasiado duro. Su hermano hacía casi tres años que se había quedado en paro y, a sus casi 45 años, con su carácter y los problemas con el alcohol, no le resultaba fácil encontrar trabajo. Sobrevivían con lo que ganaba Mar, su mujer, y con lo poco que su madre podía ayudarles. Para colmo, a principios de año, su padrastro también se había quedado sin trabajo. Con lo que ganaba su madre apenas les daba para sostener la casa y ayudar a Lorenzo. Le preocupaba Uxía, todavía le quedaban un par de años para terminar la carrera. Él le había prometido a su padre cuidar de su madre, y eso implicaba cuidar también de su hermana, aunque ambos, sin necesidad de que su padre se lo hubiera pedido, se desvivían por la benjamina de la casa. Alain se prometió a sí mismo que la ayudaría económicamente para que pudiese acabar sus estudios de periodismo, así que buscó otro empleo a tiempo parcial para poder enviar dinero a su hermana. Se veía de nuevo en la obligación moral de hacer de cabeza de familia como ya había hecho en alguna otra ocasión. Elena, la novia de Alain durante los últimos cinco años, al poco tiempo lo dejó alegando que ella quería vivir, quería vivir su vida sin lastres y que, con la vida que él llevaba, no tenía tiempo para dedicarle. Así que no, no había sido un año muy bueno el que estaba a punto de terminar.

A mediodía, cuando salió de la oficina, subió a su coche y dejó atrás la ciudad para reunirse con los suyos, si le entraba hambre pararía por el camino a comer un bocadillo.

Le encantaba la Navidad. Era una de las épocas del año que más le gustaba y que, al mismo tiempo, más le desagradaba. Le gustaba el ambiente navideño, las calles repletas de luces, su ajetreo de gente yendo y viniendo, incluso le gustaban las campañas publicitarias que le recordaban su infancia. Lo que no le gustaba tanto eran las reuniones familiares como la que le esperaba esa noche. Aborrecía los reproches, las discusiones y las controversias familiares que todos los años salían durante la cena de nochebuena. Y ese año tocaba cenar en su casa, en la casa de sus padres… vendrían sus tíos y sus primos, su hermano Lorenzo con su mujer e hijos y su padrastro. Para él hubiera sido suficiente pasar la Navidad con su madre y su hermana, su verdadera familia…

Tras cuatro horas de viaje en coche llegó a casa cansado. Guardó el vehículo en el garaje y subió a casa silencioso, intentando averiguar quién habría llegado ya. Posiblemente él sería el último, pero no se oía nada en el interior. Abrió la puerta sin hacer ruido y asomó muy despacio la cabeza para ver quien estaba en casa. Apenas se oían unos murmullos en el comedor, serían sus tías. Vio luz en la cocina, imaginó que su madre estaría terminando de preparar la cena. Dejó su mochila en el suelo a lado de la puerta y se dirigió lentamente al encuentro de su madre. La vio trajinar en el horno y se acercó a ella sigilosamente, la abrazó por la espalda.

—Mamá… ¡Feliz Navidad! —le dijo mientras le daba un beso en la mejilla.

La madre, que sintió el calor de su abrazo, le cogió las manos que rodeaban su cintura y con una sonrisa de oreja a oreja le contestó:

—¡Cariño! ¡Has llegado! —Se giró y lo estrechó tiernamente entre sus brazos—. ¡Feliz Navidad, hijo mío! ¡Qué bien que ya estés aquí!

—Tenía ganas de veros, mamá, a ti y a Uxía… —Continuó abrazándola y dándole besos—. ¿En dónde están los demás?

—Se han ido a tomar algo por ahí mientras acabo de preparar la cena, llámalos a ver por donde andan y vete a tomar algo con ellos…

—¡Ni loco! —la interrumpió—, prefiero quedarme aquí y echarte una mano en la cocina, además estoy cansado del viaje y no tengo ganas de jaleo, ya sabes que si por mi fuera…

Ella no le dejó terminar la frase. Le dio otro fuerte abrazo antes de ponerse mano a mano con la cena.

Al cabo de un rato se oyó un gran estruendo en la escalera, se aproximaba la marabunta. En pocos segundos oyeron el trajín de unas llaves intentando abrir la puerta. El primero en entrar fue Lorenzo, por el color rojo de sus mejillas supusieron que se había tomado más de un par de copas de vino. Una melena rizada intentaba abrirse paso tras la enorme espalda de este.

—¡Alain! —exclamó Uxía al ver a su hermano por el resquicio de la puerta y, a empujones, corrió a su lado—. ¡Por fin has llegado!

—Tesoro… —le contestó con una sonrisa en la boca abriendo los brazos para recibirla con todo el calor de su corazón­—, ¿qué tal estás? ¿me ayudas a acabar de poner la mesa?

Ahora se sentía casi completo, después de un año tan duro estaba de nuevo con su madre y su hermana, las dos personas a las que más quería, hacía meses que no coincidían los tres juntos. En ese momento le vino a la memoria el recuerdo de su padre, pero no dejó que eso le entristeciera el semblante. Terminaron de poner la mesa y pronto estaban cenando, otro año más. Y otro año más las mismas conversaciones de siempre, política, futbol, estudios de los más pequeños que habían traído unos cuantos suspensos y aprovechaban la ocasión para, entre todos, ponerles las pilas… etc… etc… etc…

Después de los turrones alguien tuvo la brillante idea de jugar al bingo. Momento perfecto en el que Alain aprovechó para disculparse por el cansancio y retirarse a dormir, no sin antes escuchar algún improperio de sus primos y de su hermano Lorenzo que le llamó aguafiestas en un idioma casi ininteligible por los efectos de la melopea que llevaba.

Subió a su cuarto. Al pasar por delante de la librería de su padre, que aún conservaban tal y como él la había dejado, se detuvo a contemplarla. Inspeccionó detenidamente los títulos hasta que encontró el que buscaba: «Cuento de Navidad» de Charles Dicknes. Acarició su lomo y a su mente volvió el recuerdo de su progenitor. Se vio a él mismo sentado en las piernas de su padre mientras le leía aquel libro siendo un niño. Solían hacerlo todos los años por nochebuena mientras su madre preparaba la cena. Hacía mucho tiempo de aquello. La nostalgia pudo con él, lo cogió y subió al cuarto donde su padre acostumbraba a leer. Encendió la lamparita, se sentó en el viejo sillón y comenzó a leer hasta que el sueño se apoderó de él y cayó rendido.

Al rato de estar dormido sintió frío en las piernas y despertó. No se oía ningún ruido en el piso de abajo. O bien se habían ido todos a la cama o bien se habían ido de fiesta dejando alguna ventana abierta para ventilar el salón.

El libro de Dicknes se había caído a sus pies. Se levantó con la intención de buscar el origen del frío y cerrar la ventana. Bajó y todo estaba cerrado. Fue a la cocina y encontró la puerta de la calle abierta. Su instinto, en lugar de cerrarla, le dijo que bajara. Bajó, y en la puerta de su casa, para su sorpresa, había un trineo con perros. Miró a un lado y al otro y no vio a nadie. La calle estaba absolutamente vacía y en silencio.

—¿Qué hacéis vosotros aquí solos? —les dijo cariñosamente mientras se agachaba a acariciarlos—, ¿de dónde habéis salido?

«—Qué raro —pensó—, ¿un trineo de perros aquí? Es absurdo, si ni siquiera hay nieve…»

Se frotó los ojos para asegurarse de que no estaba soñando, al abrirlos, una diminuta y brillante luz tintineaba delante de él, tan pronto estaba estática como se movía rápidamente de un lado a otro.

—Alain, súbete al trineo —dijo una vocecilla que provenía de aquella oscilante luz.

Él, incrédulo de lo que estaba viendo, volvió a hacer caso a su instinto, subió al trineo y los perros comenzaron a ladrar y aullar de excitación. De repente, todo se volvió oscuro, los perros se callaron y el trineo comenzó a moverse en la noche cerrada. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, vio que, donde antes había hierba y asfalto, ahora había nieve. La brisa fría le azotaba en la cara y en las manos, pero no sentía frío. Los perros corrían y corrían guiados por aquella diminuta luz que volaba velozmente delante de ellos sin detenerse. Veía sombras de árboles pasar a toda velocidad a su lado, luces a lo lejos que podrían ser pequeñas poblaciones dispersas por a saber dónde.

El viaje fue intenso, pero no largo. Al aproximarse a una de aquellas poblaciones los perros ralentizaron el paso hasta casi detenerse por completo cerca de unas cabañas. Se bajó del trineo y siguió a pie a la extraña luz que le había guiado hasta allí. Al dar la vuelta a una de aquellas casas de madera se topó con un gran trineo enganchado a unos enormes renos.

—Estoy soñando —se dijo así mismo—, esto no puede ser posible…

—Sí que puede ser posible —dijo una voz profunda a sus espaldas—, todo puede ser posible en Navidad, amigo Alain…

Se giró lentamente imaginando con lo que se iba a encontrar. Aun así, al ver la imponente figura, trastabilló hasta caer de culo en la nieve.

Aquel hombre fornido y gordinflón, con larga barba blanca y vestido de rojo se acercó tendiéndole una mano para ayudarle a levantarse.

—Te he hecho venir hasta aquí para que seas mi ayudante en esta noche tan especial, en esta noche mágica…

—Pero, ¿tú eres…?

—Sí, soy yo —dijo el emblemático personaje estallando en una sonora carcajada—. Vamos, ¡arriba! Es hora de empezar a trabajar. ¡Oh oh oh!

Los dos subieron al espléndido carruaje. Con el restallido de un invisible látigo los renos tiraron del trineo y, apenas unos metros después, con un chasquido de los dedos de Santa Claus, comenzaron a elevarse poco a poco.

Cuando Alain quiso darse cuenta de lo que estaba ocurriendo estaban sobrevolando bosques y montañas. Se veían poblaciones cada vez más grandes e iluminadas. Echó la vista hacia atrás y vio como decenas, quizás centenares de trineos se desdoblaban detrás de él tomando diferentes direcciones a los demás, y así mismo, cada uno de ellos seguía desdoblándose exponencialmente, parecían células reproduciéndose una tras otra, una y otra vez. Un espectáculo impresionante…

—¿De qué forma si no iba a llegar a todos los hogares del mundo en una sola noche? —dijo de nuevo aquel extraño personaje entre carcajadas mientras azuzaba grácilmente a los renos.

Continuaron surcando el cielo en aquel extraño carruaje volador dejando atrás el rastro de miles de Papá Noel, parecían estelas de estrellas fugaces. A la mente de Alain venían de vez en cuando imágenes de niños con sus caras llenas de emoción e ilusión, abriendo regalos y riendo, saltando y bailando, todo era alegría en aquellos pequeñines. Alain y Santa Claus se miraban, tras guiñarle un ojo le dijo:

—Es la magia de la Navidad, amigo mío. —Mientras se reía a grandes carcajadas— ¡Oh Oh Oh! Solo por ver la cara de esos angelitos llena de ilusión merece la pena que exista la Navidad, ¿verdad?

—Mientras eres niño la Navidad es fantástica —contestó un cabizbajo Alain que, hasta ese momento, parecía disfrutar del viaje.

—Alain, la Navidad está aquí y aquí —le dijo el viejo barbudo señalando con el dedo índice en el corazón y en la cabeza—, la Navidad es triste para quien no sabe vivirla o disfrutarla, sufre quien no sabe canalizar el dolor de la perdida de la ingenuidad. La Navidad debes sentirla dentro de ti, debes vivirla como es para ti, y veo la falta de ilusión en tu interior, te marchitas poco a poco…

—Son tiempos difíciles para mí —respondió Alain mientras giraba la cabeza y miraba hacia abajo.

—Lo sé querido amigo, y también sé que estás cumpliendo tu promesa como mejor puedes hacerlo. Y yo, te estaré eternamente agradecido, aún hoy, es el día que sigo amando con locura a tu madre…

Alain giró rápidamente su cabeza para mirar a aquel extraño personaje, y por un momento, tras aquellas blancas y enormes barbas, pudo contemplar una sonrisa que se le hacía muy familiar y que hacía muchos años que no veía…

—Y a ti también te querré siempre, hijo mío —le dijo el viejo hombre mientras le pasaba el brazo por encima de su hombro y lo estrechaba contra su cuerpo.

Alain sintió de nuevo frío en las piernas. Abrió los ojos y vio que estaba sentado en el sillón que había sido el rincón de lectura de su padre. No se oía ningún ruido en el piso de abajo. Se había quedado dormido mientras leía a Charles Dickens, aquel libro que tantas veces su padre le había leído durante su infancia. Se incorporó, ¿en dónde estaba el libro? Recordaba haberlo visto a sus pies, pero allí no estaba. De lo que si estaba seguro es que lo había cogido de la estantería, lo había subido y había comenzado a leerlo. Sintió de nuevo el aire gélido y un escalofrío recorrió su cuerpo. Seguía todo en silencio. Debían de haberse acostado todos. Bajó para ver por donde entraba el frío. El primer sitio que miró fue la puerta de la calle, estaba cerrada. Fue al salón en donde habían cenado, estaba todo revuelto después de la sobremesa y no había nadie. Vio que había una ventana abierta aunque sus ojos se clavaron en el árbol de Navidad. Allí, a los pies del árbol con las luces aún encendidas, estaba el viejo libro de su padre, «Cuento de Navidad». Se agachó lentamente a recogerlo sorprendido de que estuviese allí, no se lo explicaba. Al incorporarse del libro cayó una nota, se agachó de nuevo a recogerla y leyó:

«Alain, la magia de la Navidad está en tu interior…»

Fue despacio hacia la ventana con intención de cerrarla, miró al exterior y, a lo lejos en el cielo, vio un pequeño destello que le sonsacó una pequeña sonrisa mientras una lágrima resbalaba por su mejilla…

—Feliz Navidad, papá... yo también te quiero...

@BarriosDeLetras - Felicitación navideña


sábado, 2 de diciembre de 2017

[secarral de otoño]

La tristeza… un sentimiento que ya no tiene cabida en mi interior…

Lágrimas secas en un otoño de emociones…

Manto de ilusiones caducas cubren el suelo junto al árbol de la desilusión… árbol negro de raíces profundas alimentadas por lluvia ácida de la desazón…

Suave brisa remueve el arenoso secarral que son mis ojos… aire de esperanza insuficiente…

La soledad es el precio de la libertad… y me siento solo… solo y libre… flotando sobre un mar de hojas esparcidas por el suelo de un otoño seco… emociones marchitas y ramas desnudas…

Pero como siempre, mañana… con las primeras luces de una nueva primavera… ¡resurgiré de mis cenizas!

viernes, 24 de noviembre de 2017

Micropensamiento...

Vivir, a veces, es como subir a una escarpada montaña...
cuesta caminar por sus paredes,
pero la satisfacción tras alcanzar la cumbre es inigualable.

Micropensamiento...

La ilusión es el combustible que alimenta el alma...

martes, 7 de noviembre de 2017

Micropensamiento...

Despertar del niño que llevo dentro...
volver a creer en la vida...
alimentar la ingenuidad de la infancia y hacer mis sueños realidad...

miércoles, 11 de octubre de 2017

Micropensamiento...

La literatura es una droga de fácil adicción.
Si empiezas a leer te engancha, si empiezas a escribir... estás peridido.

Micropensamiento...

Escondo mi timidez tras una sonrisa...
Mis dedos escriben palabras que mis labios no dicen...
Mis ojos hablan si sabes mirar en mi corazón...

Microrrelato...

Tu luz... intensa como el sol, penetra en mis ojos dejando esa imagen en mi retina.
En ella permanecerás constante... sin caer en el olvido.

Microrrelato...

Se me están durmiendo los ojos, estás a mi lado y no te veo...
Despiértame porque te echo de menos... me gustaba ver como te mueves.

Micropesía...

Llegaste tarde a mi vida...
Solo espero que sea para quedarte...
porque yo viviría mil vidas contigo,
pero todas en una sola vida...

jueves, 28 de septiembre de 2017

[memorial inacabado]

Cómo me voy a olvidar de ti… tú que me has hecho reír… tú que me has hecho llorar… Tú, una de las estrellas que más ha brillado en mi firmamento… las horas que has robado de mi vida nunca podrán caer en el olvido… cada minuto, cada instante… un grato lastre que siempre permanecerá… un memorial inacabado… con vida propia… cada recuerdo fluye por mis venas… combustible indispensable para reír… a veces, incluso para soñar… jamás me podré olvidar de ti… eres parte de mí… de mi recuerdo… de mi vida… de mi pasado y de mi presente… motor de sonrisas… destellos en la oscuridad… la niña de mi iris… el alma de un corazón embalsamado… cómo me voy a olvidar de ti… si tú me has hecho reír y me has hecho llorar…

Tú, que me has hecho vivir… vivirás para siempre en mí…

 

domingo, 24 de septiembre de 2017

[perlas negras]

Nuevamente el desánimo se cierne sobre mí… los grajos salen de sus oscuras cuevas anidando sobre mi cabeza… portan en sus picos perlas negras… una a una, forman una pesada losa...

Oscuras lágrimas caen de mis ojos… formando un charco de aguas bravas en las que fácilmente podría ahogarme… la corriente me arrastra… flaquea mi entereza… no sé si dejarme ir… el fondo quizás no esté demasiado lejos… necesito descansar…

Sudores fríos recorren mi espalda… frente a mí, en el horizonte, una gran montaña se levanta… su cumbre cubierta por espesas subes… imposible ver la cima… mis piernas pesan… mi cuerpo pesa… mi vida pesa…

Perlas negras… pesados eslabones de perlas negras anillan mis pies… arrastrándolos por ciénagas y pantanos hacia un destino dudoso… una constante… mis entrañas se retuercen… mente inquieta en un mundo caprichoso se vuelve perezosa…

Los cuervos revolotean mi corazón… lo vuelven turbio… egoísta… soy dueño de mi tiempo…

El enfado nubla la razón… mi interior grita, ruje… pero siempre vuelve la calma… estoy tranquilo… la vida continua… la tormenta no dura siempre… vivo mi vida, vivo mi tiempo… digiero perlas negras… los lloros de mi esencia las vuelven blancas… 

Cada día que pasa me doy cuenta que jamás volverá a ser el mismo…
 

sábado, 16 de septiembre de 2017

Micropensamiento...

Cada mañana al despertar mi mente se resetea...
Cada día es un primer día en mi vida...
El ayer, un bonito recuerdo en la memoria...
Buenas noches...
Buenos días...

martes, 12 de septiembre de 2017

Micropensamiento...

Tú y yo, tan iguales... que aunque soplen mil vientos tendremos el mismo punto en común.
Y aún así... tan distintos.
Almas Gemelas.

lunes, 11 de septiembre de 2017

[duerme tranquila]

Duerme tranquila, duerme sin miedo… estaré vigilante desde los cielos… espantaré los monstruos de tus sueños… quiero ser la estrella más brillante de tu firmamento… ser tu guía cuando el camino esté oscuro… mi único miedo es tu sufrimiento… te arroparé con mis brazos en la gélida noche de invierno para que sientas el calor de mi alma… y no tengas miedo…

Duerme plácidamente… seré tu guardián… vigilaré tus sueños… susurraré anodinas palabras en tus oídos para guiarte como un faro y no pierdas de vista el camino… duerme sin miedo… porqué aquí estoy, amor mío… brillando para ti en la más oscura de las sombras… las tinieblas han sido mi mundo durante mucho tiempo… un mundo frío y pérfido que prefiero que desconozcas… brillaré en él con toda mi fuerza cuando estés perdida para que veas, aunque sea un diminuto destello, en la más sombría de tus pesadillas…

Duerme tranquila… 

viernes, 8 de septiembre de 2017

Micropensamiento...

En la culata de mi vida hay más muescas de fracasos que de victorias.
Pero no me rindo, sigo buscando la batalla en la que merezca la pena morir.

sábado, 2 de septiembre de 2017

Micropensamiento...

Como alas de mariposa golpean sentimientos en mi corazón,
pugnan en mi cabeza por salir, por volar libres...
Luchan contra la razón.

sábado, 26 de agosto de 2017

Micropensamiento...

Me siento febril, es pensar en ti y subir la temperatura de mi cuerpo...
Pierdo la cabeza en pensamientos ardientes...
Ese efecto causas en mí.

sábado, 19 de agosto de 2017

Micropensamiento...

Escribo al amor desde el desamor...
a la alegría desde la tristeza...
a la esperanza desde la desilusión...
Mi corazón, llora en silencio.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Reflexión...

Si tú me pidieses la luna yo te la daría...
Pero... ¿tú te subirías conmigo a una colina para ayudarme a alcanzarla?

jueves, 3 de agosto de 2017

[te extraño]

Se me hacen los días eternos sin ti… sin acariciarte ni respirarte, sin ver tu sonrisa ni oír los latidos de tu corazón… sin que marques tus labios a fuego en mi piel…

Echo de menos tu boca… tu sonrisa y el eco de tu voz… tus ojos que me miran y me contemplan mientras duermo… que me vigilan y me cuidan…

Aunque a veces prefiero tenerte lejos… tenerte siempre cerca podría ser mi perdición… me perturbas y me enloqueces… aun así, los días se me hacen eternos sin ti…

miércoles, 2 de agosto de 2017

Microrrelato...


Quiero que dejes de ser mi fantasía para que te conviertas en mi realidad...
Dibujarte con mis labios y recorrerte con mis manos...

martes, 25 de julio de 2017

[frente al espejo]

Oí como los cubiertos chocaban contra el plato… tus pasos por el pasillo acercándose… gotas de agua recorrían mi cara tras haberme refrescado… mi pelo empapado… el vino de la cena turbaba mi mente… ahora tus pasos están más cerca…

Te asomas a la puerta y me preguntas si estoy bien… con tu cara sonrojada, el vino también te ha afectado… veo como me miras… a ratos tierna, como mi amiga… por momentos veo lascivia en tus ojos, veo el enfado… él se ha ido, yo soy tu confidente…

Me preguntas cómo estoy mientras me acaricias con tu mano… ternura o lascivia… te deleitas con el tacto de mi piel… lo noto en tus ojos, como brillan y como me miran… y como la ternura se convierte en deseo… tal vez sea el enfado…

De camino al comedor me coges de la mano… noto la ternura, pero también tu calor…   o quizás será el vino… juegas con mis dedos entre los tuyos… y te giras para mirarme… veo de nuevo el deseo en tu sonrisa…

Te detienes, te giras, y te abalanzas sobre mi boca bajo el marco de una puerta… tu deseo se ha vuelto loco… y mi deseo que estaba latente, despierta… ya no soy tu confidente… y me arrastras a la habitación, sobre la cama… veo en tus ojos desenfreno y pasión… será el vino… quizás el enfado… pero has despertado mi excitación…

Te veo de espaldas en el espejo… ves como te observo en el y me miras… y te giras y te miras… y me vuelves a mirar… y nos ves a los dos frente el espejo… observando nuestros cuerpos… y eso te excita… ver como se retuercen de placer… como se acarician y como se rozan… tu piel contra mi piel…

Te arrodillas entre mis piernas… acaricias mi mejilla… recorres la botonera de mi camisa con tus dedos… poco a poco me la sacas… con tu cara de lascivia… con tu sonrisa de deseo… ni el cinturón se resiste a tus ganas…

He visto tu cara frente al espejo… y tu cara me ha hablado… me ha dicho lo que quiere tu deseo… frente a ese espejo… tu mente es ahora mi confidente…

Siento como tus labios entran en contacto con mi piel… noto la humedad de tus besos… los roces de tu lengua… y veo el brillo de tus ojos… te veo en ellos frente al espejo… tu cuerpo desnudo… y el mío detrás… y te acercas, y te aprietas contra mí… y me sientes duro… como ahora me sientes con tu boca… muy duro…

No dejas de mirarme con esos ojos… ¿lascivia o enfado? Y nos veo en tus pupilas… veo como nos disfrutamos con el reflejo… como ahora lo estamos disfrutando… porque tu mirada es la misma… y te excita ver como excita… y te mueves sobre mi cuerpo frente al espejo… y nos miras…  y te excita… ver mis manos recorrer tu cuerpo… y yo saboreo el tacto de tu piel… y me excita ver como nos miras… y nos excitamos con nuestro reflejo…

Nuestros cuerpos se buscan… se recorren… bailan juntos en esa bella pista de baile de cristal… nuestras bocas juegan pero sin dejar de mirarnos… nuestros ojos pendientes de nuestros movimientos… y te rozas y te aprietas… y recorro mi cuerpo con mis manos… y ves como juego con tus pechos… y aprietas más tu culo contra mis piernas… y cada vez me ves más duro… sientes la dureza en tu boca… y te acaricio con mi mano frente al espejo…  y te noto húmeda… muy húmeda… te gusta nuestro reflejo…

La cadencia de tu cuerpo es ahora más pausada y más tranquila… pero no tu deseo… lo veo en tus ojos… tus ojos que aún me vigilan… y noto tu humedad en mi dureza… resbaladiza… como tu pasión que se incrementa… y nuestros cuerpos bailan como si fueran uno frente al espejo… una danza tribal… primitiva… instinto puro de pasión… donde la única regla es el placer...

Y me voy ... y tú vienes conmigo… 

BuktopSan

[quiero descubrirte]

Quiero descubrirte… descubrir tus labios… descubrir tus besos… descubrir tu sabor… Quiero descubrirte… saber cómo sabes… como besas… y la calidez de tu piel… Quiero descubrir tu cuerpo a la luz de las velas… y tocarte… recorrerlo de arriba a abajo, con mis ojos cerrados y descubrir como eres… y como sientes… quiero descubrir como te estremeces al contacto de mis manos, con tus ojos cerrados… 

Quiero que lo veas en tu mente… que veas como recorro tu cuerpo… porque tienes los ojos cerrados… Acaricio tu espalda con las yemas de mis dedos… Te beso alrededor… suave… Recorro tu cuerpo con mis labios, aspirando el olor de tu piel… descubriéndote… Juego con mis manos en tus pechos… Exhalo mi aliento en el borde de tu nuca… descubro como un escalofrío recorre tu piel… y te excita… y descubro que me excita… Y hundo mis dientes en tu cuello… y araño tu espalda con mis uñas… y tus muslos con mis yemas… y tu cuerpo se retuerce… y descubro algo más de ti… que te gusta como te retuerces… y eso me excita… y te excita... porque sigues con los ojos cerrados… a la luz de las velas… imaginando mis manos por tu cuerpo… y aún así, los mantienes cerrados… porque también te gusta descubrirte… descubrir como te sientes en las manos de un desconocido… que te toca… que también te descubre… y te aprende de memoria…

Quiero descubrirte… y abrir ojos…

BuktopSan

lunes, 24 de julio de 2017

Microrrelato...

Elevo mi alma hacia el cielo pensando en dónde estarás... 
La oscuridad me abruma cuando no veo tu luz que me guía en la inmesa noche...

miércoles, 19 de julio de 2017

Microrrelato...

Viajo hacia el infinito, deborando kilómetros sin parar....
Camino hacia el horizonte por una carretera única...
Mi vida...

domingo, 16 de julio de 2017

Microrrelato...

Cada nube esconde un rayo de sol... un sueño, una ilusión...
A veces solo con mirar al cielo me lleno de vida...

martes, 4 de julio de 2017

Microrrelato...

Veo el reflejo de tu alma en cada momento...
la esencia de tu belleza en cada instante...
es única la paz que me transmites,
eres pura poesía... 

viernes, 23 de junio de 2017

Lee el comienzo de "El perfecto Ser imperfecto"

Sinopsis:
       
      


Álex vive en Barcelona. Está enamorado de su amiga Diana que vive en Londres, un amor correspondido. Él está emocionalmente desequilibrado y no se atreve a dar el paso de iniciar una relación seria. Diana pasa unos días en su casa de Premia de Mar, quedan para cenar una noche en su casa y Álex sufre un accidente de coche en el camino. Tras el accidente, Álex, empieza a tener extraños sueños, tan reales, que le hacen pensar que se está volviendo loco. Noé, Julio Verne, Werhner von Braun... y muchos otros, forman parte de una hermandad secreta de la que depende la evolución de la humanidad. En estos sueños viajará en el tiempo y vivirá diferentes aventuras que le harán cuestionarse los orígenes de la vida. Diana, tras escucharle, le aconseja acudir a un psicólogo, y él trata de buscar la verdad.

 

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El perfecto Ser Imperfecto


Ahora, escribo estas palabras en soledad. En una soledad que yo mismo me he impuesto. En este retiro espiritual lejos de todo. Me he encomendado a los cuidados de los hermanos benedictinos en el monasterio de Leyre, en las profundidades del antiguo reino de Navarra.  Busco la verdad en mi interior. Intento encontrarme a mí mismo, descubrir quién soy, quienes somos, y para qué estamos aquí.

En este aislamiento del mundo, busco la paz necesaria para desvelar las incógnitas de la vida. Descubrir cuánto hay de verdad y cuánto es producto del ingenio. Trato de dilucidar los últimos acontecimientos sucedidos en mi vida. Necesito saber si estoy al borde de la locura o si cuanto he vivido es cierto.

Para ello, en este escritorio de mi austera celda, sentado delante de este papel y con un bolígrafo en la mano, relato lo acontecido hasta ahora. Espero con esto, volviendo a revivir lo que creo que me ha pasado, encontrar una luz que abra mi mente… encontrar la verdad, mi verdad…


-1-
Era pasada la media noche. Aquel nuevo programa del canal Discovery en la televisión atraía toda mi atención. Como tantas otras veces me senté delante del portátil a satisfacer mi curiosidad. Tecleé en un buscador aquel nombre que tanto se había dicho en el programa, von Braun. Se abrieron una infinidad de enlaces que hacían referencia a ese nombre. Pinché el primero que me apareció y comencé a saciar mi curiosidad.
Wernher Magnus Maximilian Freiherr von Braun (Wirsitz, Imperio alemán; 23 de marzo de 1912 -Alexandria, Virginia, Estados Unidos; 16 de junio de 1977) fue un ingeniero mecánico e ingeniero aeroespacial alemán, nacionalizado estadounidense en 1955 con el fin de ser integrado en la NASA. Está considerado como uno de los más importantes diseñadores de cohetes del siglo XX, y fue el jefe de diseño del cohete V-2 así como del cohete Saturno V, que llevó al hombre a la Luna.
Von Braun es un personaje muy controvertido, que dedicó su vida al desarrollo de los cohetes para la conquista del espacio, aunque tuviese que ofrecerlos como armas para su desarrollo, cosa que dudó en hacer, como comentó a sus allegados en sus últimos años.
Von Braun se enamoró de las posibilidades de la exploración espacial a través de las novelas de Julio Verne y H.G. Wells.
La página continuaba hablando de su andadura en el ejército nazi y las SS alemanas. Se había alistado en el ejército para así tener acceso al estudio de los grandes cohetes, de hecho, al acabar la guerra hizo públicas unas declaraciones en las cuales decía que le importaba muy poco los objetivos de Hitler, que realmente lo que le importaba era los viajes interplanetarios.
Aquella página no hablaba nada de lo que había visto en el programa de la tele. Era algo muy básico de su vida. Me había picado la curiosidad porque los narradores del programa, quizás un tanto fantasiosos, habían dicho que desde muy niño soñaba con ir a la luna y, von Braun, decía de sí mismo que sería el primero en ir. Cierto es que todos somos duchos en imaginación. Lo que realmente me chocaba era que en su infancia apenas se habían realizado los primeros vuelos sostenidos y controlados por un aeroplano a motor y, gracias a él que se consiguió tal proeza a finales de la década de los 60. El hombre puso el pie en la luna por primera vez el 21 de julio de 1969 gracias a las ideas de la infancia de von Braun.
Era muy significativo, según decían en el programa, que tuviese los datos pertinentes para llegar a la luna muchos años antes de que se empezara a desarrollar ese proyecto espacial. ¿Cómo una persona podría tener los cálculos exactos para llegar a la luna en aquellos tiempos?, teniendo en cuenta los campos gravitacionales y muchas otras cuestiones si todo eran utopías. No era como realizar el trazado de una carretera, o de un puente, aún con todas las complejidades que estas ingenierías pueden tener.
Seguí pinchando enlaces sin ser ninguno más esclarecedor que el otro. Se empezaba a hacer tarde, el sueño comenzaba a apoderarse de mí y decidí que otro día, con más tiempo, buscaría aquel programa por internet y lo vería con más calma. Era mi último día de vacaciones. Estaba pasando unos días en casa de mis padres para descansar después de una temporada de gran carga de trabajo. Había acabado exhausto. Parecía que la recuperación económica empezaba a notarse en el país, quizá la gente ya no tenía tanto miedo como en años anteriores, o ya cansada de tanto reprimirse el bolsillo, después de tantos años de crisis, empezaba a gastar dinero otra vez. Necesitaba dormir. Llevaba días durmiendo poco y a la mañana siguiente tendría que madrugar para coger el coche y volver a mi casa, a mi trabajo.
—Buenas noches papá. No te acuestes muy tarde —le dije a mi padre que había estado viendo la tele conmigo, o mejor dicho yo con él—, si no ya sabes que mamá se levantará con humor de perros de aquí a un rato y te llevará de las orejas a la cama.
Mi madre solía levantarse tres veces a buscar a mi padre. La primera era un aviso. La segunda un toque serio de atención. Y a la tercera lo arrastraba a la cama de una forma u otra.
—No te preocupes. Son muchos años con la misma pelea, tu madre ya me deja por imposible me contestó con una sonrisa en la cara—. Vendrá y se sentará un rato aquí conmigo mientras se fuma un cigarro y me suelta un sermón. Luego me dirá: «No me hagas levantarme otra vez para venir a buscarte».
—Pórtate bien y hazte bueno, haz el favor. No la disgustes, que ya no tenéis 40 años. —Le guiñé un ojo riéndome y me fui a la cama—. Sois grandes personas.
Eso último que le había dicho me entristeció un poco. Mis padres ya pasaban ambos de los 70 años. No iba mucho a casa, y cada vez que iba los veía un poco más ancianos. Me fui a mi habitación intentando sacar esos pensamientos de la cabeza. Puse en mi pequeña tele otra vez el canal Discovery para ver cual era el tema que estaban tratando en ese momento y quedarme dormido.
Siempre he sido un ave nocturna, medio vampiro. Me cuesta mucho dormir por las noches y más aún levantarme por las mañanas. Cuando suena el maldito despertador remolonear en la cama se me da demasiado bien. Cierto es que de vez en cuando me gusta madrugar, salir a la calle, ver como el sol sube en el cielo, como el día se llena de vida y de color. Me gusta sentarme a desayunar tranquilamente en una cafetería a ojear el periódico o, si acaso, llevar un libro, eso si no tengo otra cosa que hacer. Pero eso ocurre contadas veces a lo largo del año.
Aquella mañana, como de costumbre, el despertador perforó mi cabeza. Ganas no me faltaron de seguir durmiendo un par de horas más, pero no podía ser, mis vacaciones habían acabado. Empezaba otra vez la rutina. Fueron unas vacaciones cortas que aproveché para descansar. Sin hacer nada especial. Tan solo me dediqué a leer, algo que me gusta mucho y que desgraciadamente a veces, por trabajo u otras cosas, no consigo sacar suficiente tiempo. Así que fueron unos días de relax y de lectura. Devoré tres libros en una semana. Llevaban un tiempo diciéndome «¡Estoy aquí! ¡Me tienes abandonado!». Me gusta sobre todo leer novela (histórica, de aventuras, fantástica).
Me levanté con los ojos medio cerrados y con unas ojeras que casi pisaba. Seguro que mi madre hacía rato que habría hecho café, para que lo tomara reciente, y me estaría esperando sentada en la cocina como cada vez que me iba temprano por la mañana. Que mal lo pasa mi madre cada vez que vuelvo a marchar. La primera vez que me fui de casa estuvo dos meses sin poder entrar en mi habitación, cada vez que entraba se venía abajo y las lágrimas comenzaban a surcarle las mejillas. Creo que a día de hoy aún no se ha acostumbrado a mi ausencia.
La ducha es una buena aliada para desperezase y acabar de abrir los ojos. Que bien sienta el agua cayendo por encima en una fría mañana de enero. Dan ganas de quedarse bajo el agua horas, remoloneando bajo esa cascada de agua caliente, otro de mis vicios mañaneros.
Nada más sentir que doy los primeros pasos por las escaleras, mi madre siempre pone el café en la mesa. No acostumbro a desayunar otra cosa que no sea café. Mi estómago no acepta comida hasta llevar un par de horas deambulando por el mundo.
—Buenos días cariño, ¿qué tal has dormido? —me dijo mi madre mientras se acercaba para darme dos besos.
—Bien mamá, ya sabes lo que me cuesta madrugar. ¿Se acostó ayer muy tarde papá? ¿Cuántas veces has tenido que levantarte hasta conseguir arrastrarlo a la cama?
—Bueno… ya sabes cómo es tu padre, en ese sentido sois iguales, no hay quien os lleve a la cama ni a tiros.
 Acabó de servir el café y se sentó a mi lado para contemplarme desayunar mi mítico café con leche.
—¿De verdad no quieres comer nada? He ido temprano a la panadería y te he comprado unas empanadillas para el viaje.
—No mamá, gracias, ya sabes que a mí por las mañanas no me entra nada.
Era una pelea que teníamos desde que iba al instituto hacía ya más de 20 años. Nunca entendió como mi estómago todavía podía tardar más en despertar que yo. Así que siempre procuraba comprar algún bollo o alguna chuminada para el camino por si me atacaba el hambre.
Tomé tranquilamente el café y justo cuando me disponía a coger los bártulos para cargar el coche, apareció el fantasma de mi padre por el pasillo. Tal cual había dicho mi madre, mi padre y yo en ese sentido éramos iguales. Que poco nos gustaba madrugar. Mi padre también es un ave nocturna, acostumbrado a acostarse tarde y dormir poco. Así que como digo, con ojeras bajo los ojos, la barba de dos días, sin afeitarse y en pijama… ¡Un fantasma en el pasillo!
—Bueno nano, vete con cuidado y llama cuando llegues o escríbeme un whatsapp —dijo mi padre con los ojos no sé si medio abiertos o medio cerrados.
Me fundí en un abrazo con mis padres. Mi madre me llenó la cara de besos (con los ojos a punto de desbordar un manantial de lágrimas). Cogí el equipaje y el avituallamiento que me había preparado mi madre y me dispuse a empezar el viaje de tres horas y media de retorno a mi casa.

Estaba aún oscuro cuando salí con el coche del garaje. Había llovido durante toda la noche y se reflejaba en los charcos la luz de las farolas que aún estaban encendidas. Las calles estaban desiertas, tan solo se veían los faros de algún coche, alguien tan madrugador como yo que saldría de viaje o acudía muy temprano a su trabajo.
Encendí un cigarrillo y puse música en el Parrot para que me hiciera compañía. Según iba pasando por las calles venían a mi memoria los recuerdos de mi época de estudiante. Me veía a mí mismo andando por aquellas calles con los libros bajo del brazo. Las mismas calles, las mismas farolas, con el día un poco más avanzado, pero era la misma imagen que conservaba en mi memoria. Se habían cerrado algunas tiendas y abierto otras tantas. El pueblo había crecido mucho en los últimos años, pero aquellas calles seguían siendo las mismas que en mi juventud. Veía un yo mucho más joven, allá a finales del siglo pasado. Como suena eso, todavía me considero una persona joven, pero decir: «mi juventud, mi adolescencia, cuando era joven a finales del siglo pasado», hace que empieces a pensar que el tiempo pasa, que sin querer y sin darte cuenta te haces mayor. A veces piensas y dices, «joder, ya han pasado más de 20 años de esto». En cualquier momento tendré que detenerme a pensar y hacer un balance de lo que ha sido mi vida hasta ahora.
Habían pasado más de quince años desde que me había ido de allí, los recuerdos de mi infancia se apelotonaban en ese instante en mi cabeza. Cuando era niño no había los avances tecnológicos que hay hoy en día. Los niños jugábamos en la calle. Jugábamos a la pelota, al escondite, hacíamos trastadas. En mi pandilla de la infancia, solo había un amigo que tenía consola, una muy básica, nada comparable a las de hoy en día. Muy de vez en cuando quedábamos para ir a su casa a merendar y a jugar. Imagino a cualquier niño de hoy en día con aquella consola de juegos, se aburriría casi antes de empezar a jugar. Los ordenadores que había eran muy rudimentarios, los juegos tardaban una eternidad en cargar, eso si llegaban a cargar a la primera. Así que nuestras tardes eran juegos en la calle, hasta que empezaba a caer la noche, nuestras madres salían a la ventana y te llamaban a gritos para que subieras a cenar.
Busqué en el Parrot una canción, Cassandra, de un grupo noruego que no hacía mucho tiempo había descubierto, Theater of Tragedy. Una banda de metal gótico que se caracteriza por el contraste de una voz grave masculina con una voz de soprano femenina. Siempre he sido un poco diferente en cuando a gustos musicales. Me van las rarezas, la música genuina, los contrastes, las fusiones. Esta canción en especial, a pesar de ser una canción que a la mayoría de la gente le parecería triste, en mi consigue un efecto contrario, hace que mi cabeza se centre en los sonidos y se evada del mundo terrenal para llegar a un punto en que mi cerebro empieza a funcionar, a divagar, o a concentrarse en un pensamiento concreto.
Quería abstraerme. Así que le di al play, empecé a escucharla mientras veía las últimas casas del pueblo desaparecer en el retrovisor del coche. Dejé que mi mente viajara en armonía con la música que sonaba, perdiéndose en algún pensamiento inocuo. Recordé lo que había leído el día anterior sobre von Braun, que se había enamorado de las posibilidades de la exploración espacial a través de las novelas de Julio Verne y H. G. Wells. Dejé vagar mi pensamiento hacia aquellas novelas que también había leído en mi infancia. 20.000 leguas de viaje submarino, Cinco semanas en globo, Viaje al centro de la tierra, La vuelta al mundo en ochenta días, Los hijos del Capitán Gran. Me encantaba Verne cuando era niño. No porque yo me imaginara haciendo viajes interplanetarios, si no porque me atrapaban sus libros de aventuras. Los fines de semana, en invierno, cuando el tiempo no acompañaba para salir a jugar a la calle, rebuscaba entre los libros de mi padre, subía a la buhardilla con un libro de aventuras y me sentaba bajo la ventana del tejado en el viejo sofá a leer durante horas.
Por aquel entonces no entendía porque mi padre siempre decía de Verne que era un visionario para su tiempo. A decir verdad, un niño en la década de los 80, donde ya se habían hecho realidad parte de los libros de aventuras y de ciencia ficción de Verne, le resultaba difícil pensar de ese modo, pero claro, un siglo antes, cuando apenas había coches, los barcos funcionaban con motores de vapor, pensar en algo así…
Entre esos pensamientos, y otros parecidos, una fina capa de lluvia y la música que sonaba por los altavoces de mi coche, fueron pasando los kilómetros bajo las ruedas hasta llegar a mi destino.

Aquella mañana, a pesar de ser domingo, tenía una reunión con mi socio y un nuevo cliente. Nos dedicábamos a la reforma y decoración de interiores en pisos particulares o locales: restaurantes, cafeterías, clínicas... Este cliente en concreto estaba pensando en montar una cadena de cafeterías. Primero en la ciudad y con posibles opciones de expansión a otras. Si cerrábamos el trato con él era un negocio seguro, un cliente potencial.
—¡Buenos días Álex! me dijo mi socio nada más verme aparecer—. Que mala cara traes, ¿no has dormido bien o qué?
—Más que bien he dormido poco —le contesté—, he ido a pasar la semana a casa de mis padres y vengo directamente desde allí. Sabes que los madrugones no son lo mío.
—Ya. Bueno. Al menos espero que traigas la cabeza despejada y llena de ideas para la reunión.
Nos habíamos conocido tres años atrás. Durante la reforma del piso de un amigo mío. Él sabía de mi buen gusto y me había pedido que le echara un cable con la reforma. Mi socio, Dani, era el que se encargaba de las obras. Desde el primer momento hicimos buenas migas. Al acabar de reformar el piso, un día me propuso un negocio.
—Bueno Álex, me gusta tú criterio, tu forma de ver las cosas. Tienes buen ojo para el interiorismo. Quiero proponerte una cosa a ver qué te parece. Un negocio. Que trabajemos juntos.
—No sé que decirte Dani. Yo no tengo ni idea del negocio de la construcción —le contesté un tanto sorprendido.
—No importa que no tengas mucha idea, tienes buen gusto, eso es lo que necesito. El tema de las obras es cosa mía. Tal y como están las cosas hoy en día, la gente se decide más por pequeñas reformas, obras sin tener que hacer grandes desembolsos de dinero. He visto con que poco has hecho del piso de tu amigo un hogar muy acogedor. Eso es lo que busco.
—Ya, pero no sé…
—Escucha, sé que para ti puede ser algo Nuevo, te parecerá una locura. Pero no te pediría que te metieras en algo así si no lo viera con claridad. Tengo otro —socio” que se dedica a darme trabajos y reformas. Él es el contratista, y yo ejecuto las obras. Si tú quisieras trabajar conmigo podríamos hacer pequeñas grandes cosas. Yo me encargaría de ejecutar las obras y plasmar tus ideas. Tú aportarías las ideas y te encargarías de comprar los materiales. ¿Qué me dices? ¿Socios?
Ya habían pasado tres años desde aquella. Tres años en los que habíamos empezado con pequeñas reformas en pisos particulares. Poco a poco el negocio se había ido incrementando hasta hacernos un hueco en el mercado. Incluso alguna vez llegamos a correr el riesgo de comprar algún inmueble ruinoso, hacer como decíamos nosotros: «una pequeña reforma a fondo», y posteriormente venderlo como nuevo ganando un buen pico.
—Descuida, traigo la cabeza despejada después de unas pequeñas vacaciones. Puede decirse estoy en blanco.
—¡¿En blanco?! Vamos, no me jodas Álex –me dijo alarmado mi socio—. ¿Sabes lo importante que es esta reunión para cerrar el trato y tú te presentas con la cabeza en blanco?
—Vamos Dani, tranquilízate, sabes que en blanco es como empiezan a fluir las ideas en mi cabeza. De la nada siempre sale algo. Tú deja que las cosas sigan su cauce. Dejemos que nuestro cliente hable, exponga sus ideas y luego saldrán las mías.
—No sé… no sé… sabes que este es un negocio suculento, que no se trata de un local, tiene la idea de invadir la ciudad con sus locales.
—Por eso necesitamos que sea el quien hable. Que nos exponga lo que quiere. Que nos de un hilo del que tirar y llenar ese blanco de una gran cantidad de colores. Confía en mí.
 Después de cuatro horas de reunión, de intercambio de opiniones e ideas, cerramos el trato con un apretón de manos y dejamos que el cliente escogiera el restaurante para ir a comer los tres y celebrar el fructífero entendimiento.
 Al salir del restaurante me despedí de mi socio y de nuestro nuevo cliente disculpándome por el cansancio del viaje. Aquella misma noche había quedado con Diana y no tenía mucho tiempo. Mi cuerpo me pedía dormir y no quería caer a la merced del sueño. Debía ir a casa a echarme una siesta antes de ir a casa de Diana...


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Todo empezó después de la tormenta...

 

 Cuando salí de la autopista para tomar la solitaria carretera de la playa que me llevaría a casa de Diana, la tormenta arreciaba. Empezaba a llover con intensidad, los truenos y rayos estaban tan cerca que parecía estar en el epicentro de aquella mole eléctrica. Daba la sensación de que en cualquier momento un rayo iba a abrir en canal el asfalto. 

De repente pasó. Lo vi venir hacía mí. Imparable. Corriendo por la carretera a toda velocidad hacia el coche. Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron. Mis manos se agarraron fuerte al volante. Sentía las pulsaciones de mi corazón oprimiendo mi cabeza. Mi cerebro se puso a funcionar a mil por hora pensando en como salir de aquella catástrofe. Bajé una marcha para que el motor cogiera fuerza. Di un volantazo a la derecha y aceleré a fondo para salir cuanto antes de la trayectoria de aquella poderosa descarga de electricidad estática que amenazaba con achicharrarme dentro del coche.

Me resultaba imposible abrir los ojos. La luz me molestaba. Intentaba abrir los parpados una y otra vez inútilmente. Oía voces a mi alrededor. Me resultaban vagamente conocidas. Intentaba prestar atención a lo que decían, se oían débiles y lejanas. Intenté decir algo pero de mi garganta no salió más que un sonido gutural.
—¡Álex! ¡Cariño! ¿Cómo te encuentras?
—¡Llama a los médicos! ¡Deprisa! ¡Parece que vuelve en sí!
—¡Álex! ¡Cariño! ¿Puedes oírme?
Aquellas voces me resultaban cada vez más familiares.
—¡Álex!
—¿Mamá? —pregunté sin estar seguro.
—¡Sí! Hijo mío. ¡Soy mamá! También está aquí papá, Dani y tu amiga Diana. ¿Cómo te encuentras?
—No lo sé mamá. No sé como me encuentro, estoy aturdido...

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