martes, 7 de febrero de 2017

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"Aquél era su pueblo, el lugar donde había vivido más años de su vida. Formaba parte de ella como una huella genética, era el lugar al que volvía cuando soñaba (...) cuando no había pesadillas y su sueño era plácido  y regresivo, volvía allí, a aquellas calles y plazas, a aquellas piedras, a aquel lugar del que siempre quiso irse. (...) Un lugar que ya no existía, porque lo que comenzaba a añorar ahora que estaba allí era el pueblo de su infancia. Sin embargo ahora que había regresado casi segura de hallar signos de cambio definitivo, se encontraba con que todo estaba igual. Sí, quizás más coches en las calles, más farolas, bancos y jardincillos que, como un maquillaje novedoso, pintaban bien la cara del pueblo. Pero no tanto como para no permitirle ver que en su esencia no había cambiado, que todo seguía igual."


De "El Guardián Invisible" de Dolores Redondo

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