Un día estaba sólo y cabizbajo en un rincón de un parque. Un señor que pasaba por allí me vió y me preguntó:
– ¿Qué te ocurre muchacho?
Le expliqué que había tenido una fuerte discusión con un amigo, que le había dicho cosas un poco fuertes, que en realidad no las sentía, pero que así me salieron en ese momento. Y que cuando le pedí perdón, él aceptó mis disculpas, pero ya no
quería ser mi amigo.
El señor me entregó una
hoja de papel liso que llevaba en la mano y me dijo:
– Toma este papel y estrújalo hasta formar una pelota con él. - Así hice, agarré la hoja de papel entre mis manos hasta conseguir una pelota. - Ahora, estíralo y vuelve a dejarlo como estaba.
No pude hacerlo. Por más que lo intenté el papel quedó lleno de arrugas.
– El corazón de las personas -me dijo-, es como este papel. Las "arrugas" que dejas en ellos, con tus actos y tus palabras, queda tan
grabada que es difícil volver a dejar el corazón "liso" como estaba.
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