Ocurrió una noche de verano,
después de una tormenta. Se había ido la luz, mi casa estaba completamente a
oscuras, sabía que la luz no regresaría hasta al amanecer, por lo que decidí
irme a la cama. Subí las viejas escaleras de madera a ciegas, entré en mi
habitación con cuidado de no tropezar. Al meterme en la cama noté un bulto, por
el olor enseguida me di cuenta de que se trataba de una mujer... ¿Cómo demonios
había llegado allí?
Extendí mi mano hacía ella,
me encontré con su terso vientre bajo las yemas de mis dedos. Al notar el contacto
cogió mi mano con la suya, la acarició, y la deslizó por su cuerpo hasta que encontrarme
con sus pechos...
Su otra mano, suntuosa, comenzó
a deslizarse por mi espalda, suave, cariñosamente… Sus caricias me despojaron
de la camisa dejando mi pecho desnudo. Sus besos llegaron a mi piel, a mi
cuello… Me inclinó hacia ella, hasta sentir su cuerpo desnudo, hasta sentir su
cuerpo rozando el mío, hasta notar como sus pezones me rozaban, me
acariciaban... Sus besos se tornaron mordiscos. Su mano se perdió dentro de mi
pantalón. Noté como mi virilidad se volvía grande y dura, como comenzaba a
tener vida… una enorme vida de deseo…
Me tumbó sobre la cama, boca
arriba… Comenzó a recorrerme con su boca, con sus manos, con sus pechos… ¿Quién
sería aquella misteriosa mujer con la que tantas noches había soñado?
Me quitó los zapatos. Y poco
a poco, entre beso y beso, hizo lo mismo con mis pantalones. Besuqueó todo mi
cuerpo con sus labios carnosos. Besos que me hacían estremecer. Besos húmedos
acompañados de suaves mordiscos y sensuales lametones con los que alcanzó mi
miembro… erecto, crecido, grande, duro… Lo sujetó dulcemente con su mano y lo
introdujo en su boca mientras rozaba sus pechos en el interior de mis muslos,
lo cual hacía que me estremeciera infinitamente. Comenzó un suave ascenso
recorriendo de nuevo mi piel con sus labios, con roces de sus pezones hasta
colocármelos en la boca y, sujetando sus pechos con ambas manos, me obligó a
que me los comiera… primero uno… después el otro…
Se tumbó sobre la cama, a mi
lado. Con sus manos sujetándome por la cintura me obligó a ponerme encima de
ella, entre sus piernas que permanecían abiertas, muy abiertas para mí…
todas para mí. Toda ella para mí. Cogiéndome por las nalgas me obligó a un
nuevo movimiento, me obligó a penetrarla, suave y delicadamente, sintiendo como
su cuerpo húmedo me deseaba… Suspiros en mi oído... algo desorbitante… indescriptible
mediante palabras. Notó como el apéndice duro de mi cuerpo cada vez penetra más
en el suyo, marcando con sus manos el ritmo de fuertes embestidas, cada vez más
fuertes… cada vez más adentro. Sus suspiros se tornaron jadeos enardecidos por
la pasión. En ese momento deseo que haya luz, un mínimo de luz que me permita
ver su rostro, sus ojos, su expresión… cada vez apretando más mis nalgas contra
ella… A cada empujón noto como sus uñas se clavan en mi espalda, como me arañan.
Sus movimientos… sus jadeos… su deseo… sin mediar palabra… todo una auténtica
locura de placer…
Truenos a lo lejos, vuelve
la tormenta, la excitación es máxima. Débiles resplandores de los relámpagos
iluminan levemente la habitación, insuficiente para alcanzar a verla. La
tormenta se acerca, se encrudece, se intensifica del mismo modo que nuestros
movimientos…
Me vuelca sobre la cama y ahora manda desde arriba, moviéndose instintivamente agitada por el placer. La tormenta sigue creciendo, como el deseo. Su cuerpo se estremece enormemente, como si estuviese a punto de tocar el cielo. Un gran rayo ilumina toda la habitación en el momento que los dos llegamos a vibrar. Veo ahora tu rostro lleno de placer. Veo tus ojos mirando a los míos. Veo tu cara de deseo, como me deseas… como en ese momento te pertenezco y tú a mí…
Amaina la tormenta y caes
rendida sobre mí. Nuestros cuerpos sudorosos son tan solo uno. Entramos los dos,
unidos, en un profundo sueño. Un profundo sueño del que espero no despertar
jamás. Espero dormir eternamente a tu lado… en este sueño…
BuktopSan
BuktopSan
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