Esto que voy a contar
sucedió hace muchos años, muchos… era joven aún, gozaba de buena salud pese a
que la suerte hacía tiempo me había abandonado. Vivía en mi mundo. En un mundo
rodeado de libros e historias que me hacían olvidar mis propios pensamientos,
mis problemas y mi propia vida. Leer me abstraía, me evadía de tal manera que
pronto, en mi austera soledad, me reencontré conmigo mismo. Dejé mis problemas
atrás, mis infinitos problemas. Logré olvidar mi tormentoso pasado. Vivir el
presente sin pensar en un futuro. Vivía sin sentir, sin padecer…
Un día, mejor dicho, una
noche. La conocí a ella. Un encanto de mujer. Una maravilla de persona. Con un
corazón que no le cabía en el pecho. Ella consiguió abrir mi mente y mi corazón
de nuevo. Que volviera a confiar. Consiguió que volviera a sentir. Que tuviera
nuevamente ganas de vivir. Supo escucharme. Supo entenderme. Supo valorarme.
Supo verme tal y como era…
La atracción… el deseo… los
sentimientos… afloraron en ambos. La pasión… La necesidad de ella era infinita.
Así como la de ella por mí. Pasábamos horas juntos, horas que se nos
hacían escasas… charlando… riendo... nuestros momentos...
Me gustaban sus ojos, me
atraía su físico, deseaba su cuerpo, anhelaba sus labios… me enamoraba su forma
de pensar, de ver las cosas. Todo en ella me volvía loco… era vivir un sueño
hecho realidad…
Pero como todo lo bueno en
mi vida no podía durar. Un día decidió irse de mi lado diciendo que quizás
algún día, en algún sitio, quizás… en un futuro. Tiempo atrás había
prometido cuidarme, y a pesar de haberle condenado su promesa, quiso mantenerla
firme. Pero para que engañarnos, un nuevo sueño roto. Otro golpe de la vida. Y
por la vida me dejé llevar, estaba cansado… tan harto de luchar contra
corriente... Me dejé ir con la marea del destino, a donde me llevase,
arrastrado por las aguas.
Me abandoné al destino, abandoné
mi vida, mi trabajo, todas mis cosas y me eché al camino. Viajé… Viajé
por toda Europa, viajé por todo el mundo. De vez en cuando teníamos noticias el
uno del otro, vagas, escasas, sin decir gran cosa de nuestras vidas, no
podíamos ser amigos, saber el uno del otro nos dolía… hasta que un día se hizo
el silencio y ya no supe más.
Pasé largos años de mi vida
errando por el mundo, sin rumbo, de aquí para allá, sin encontrar un sitio...
mi sitio... con ella en la cabeza. Vagabundo cruel del destino. Un día decidí
volver a casa. Decidí volver y buscarla.
Seguía siendo presa de la
mala suerte que me acompañaba. En su casa no logré hallarla, se había ido. Me
propuse encontrarla aunque tuviera que rebuscar bajo las infinitas piedras. Aun
sin saber por dónde empezar.
Un día, no recuerdo donde,
tan solo que era una tarde de primavera, de una calurosa primavera, estaba
sentado en un parque, los rayos del sol radiante atravesaban las hojas de los
naranjos inundando el ambiente con su olor, su fragancia. Aprecié a lo lejos
una hermosa mujer, esbelta, con una larga melena morena, de tez oscura y
llamativos ojos. Destacaba entre las gentes como una princesa. Mi corazón dio
un vuelco, latía intenso, casi no cabía dentro de mi pecho. Era ella. Me
acerqué despacio. Mi aspecto físico había cambiado en los últimos tiempos y
temía que no me reconociese. Por unos momentos me miró fijamente. Al rato
vi como sus labios pronunciaban mi nombre. El viento trajo hasta mis oídos las
notas con una melodía de su voz entonando mi nombre. No sabía cómo reaccionar
tras haber oído aquella sinfonía, ¡me había reconocido! ¡me estaba llamando!
¡se acordaba de mí! ¡no me había olvidado después de tanto tiempo! Me eché a
caminar a su encuentro... ilusionado… con ganas de abrazarla… y besarla… Ella
se agachó, abrió sus brazos y un pequeñín que corría hacia ella, de unos cuatro
años, se lanzó a su cuello. Se dio media vuelta, pasó su brazo por encima de la
criatura y con el otro abrazó a otro hombre. Se fueron caminando por el parque,
los tres juntos, abrazados, en familia… Ni siquiera me había visto.
Hoy, muchos años después de
aquello, solo Dios lo sabe exactamente, puesto que mi alma desde aquella
calurosa tarde de primavera embriagada por el azahar, vaga aún indómita en
aquel frondoso paraje, y aquí, en mi soledad, me pregunto que será de aquella
mujer, de aquella mujer que en su día robó mis pensamientos con sus palabras y
sus caricias… que se adueñó de parte de mi vida. De mí no se había olvidado, de
eso estoy seguro, aquel pequeñín con mi nombre… en cierto modo había cumplido
su promesa… de algún modo cuidaba de mí…
BuktopSan
BuktopSan
No hay comentarios:
Publicar un comentario