Como cada mañana me levanté
temprano. Me encanta salir a correr antes de que se haga día. Me encanta correr
bordeando la costa. Me encanta tumbarme en la fría hierba mojada por el rocío y
esperar a que el sol enseñe sus primeras luces por encima de las montañas y
escuchar… escuchar el cantar de los pájaros, el despertar de la
naturaleza, ver como el mundo abre los ojos ante mí y me da los buenos días… precioso…
Como cada mañana, después de
contemplar el amanecer, vuelvo a correr camino a casa. Corro, y al mismo tiempo
que corro pienso… se me pasan tantas cosas por la cabeza… me gustaría ser un
pequeño pajarillo y en lugar de correr volar, y olvidarme del mundo, de la
vida.
Hago un alto en el camino,
estiro las piernas. Decido dar un paseo por una de las calas a las que iba
cuando era niño. Me siento en una roca frente al inmenso mar y dejo que mi
mente vague por los recuerdos, que viaje hasta mi infancia. Recuerdo los
paseos por la ría en el bote con mi padre, nuestros días de pesca, los
temporales, las olas. Toda mi juventud pasa por mis ojos… toda mi vida…
Recuerdo una vez, hace ya
algunos años, estaba en la piscina con mis compañeros de tertulia después de
haber dejado a mis nietos en la escuela. Estabamos sentados en el borde del
agua criticando, charlando, arreglando el mundo sin duda. Entró una pareja de
desconocidos, me quedé perplejo durante un buen rato mirando a aquella mujer. Mis
contertulios se extrañaron al ver que no articulaba palabra, que palidecía. Me
hicieron recobrar el sentido con un mal chiste, suficiente para arrancarme una sonrisa.
Seguía observando atónito a aquella muchachita. Sorpresa de los que estaban
conmigo cuando se dieron cuenta de la razón por la que no estaba allí con ello.
Aquella desconocida, aquella mujer que me envolvía, era un calco idéntico a mi
esposa que tiempo atrás había desaparecido de mi vida.
Bueno, ya está bien de
recordar tragedias, con lo bella que es la vista desde esta roca, con lo bello
que se ve el mar con los reflejos dorados del sol a esta hora, con lo
bonito que es ver volar las gaviotas sobre la playa… sobre el faro, con
sus campos lindantes en flor… para que profundizar en viejas heridas…
Me pongo de nuevo en marcha.
Comienzo de nuevo a correr. Es hora de ir a casa, los peques están a punto de
levantarse para ir al colegio y quiero pasar por la panadería para llevarles
bollos frescos para desayunar. Corro pensando en mis nietos…
Llevo un rato corriendo y
empiezo a encontrarme mal. Siento una pequeña opresión en el pecho… será el
aire frío de la mañana…
Sigo corriendo. A medida de
corro apremia el dolor. El pecho, me duele el pecho… me duele el corazón… “Por
favor no me falles ahora… aguanta… aguanta un poco más… ya estamos cerca…
aguan…”
“¿Qué me ha pasado? Oigo
campanas en el aire. Lo último que recuerdo es mi caída al suelo…”
— Levántate y acompáñame…
— ¿Quién eres…? ¡¡Puedo
volar!! ¿cómo es posible…?
Que maravillosa sensación. Me
siento ligero, ingrávido… como si un gran peso se quedara atrás. A medida que
me elevo me siento más ligero, más cómodo… extraña sensación… pero agradable…
Miro hacia abajo, veo mi
cuerpo tendido en el suelo, cada vez más lejos…
— ¿Qué me ha pasado…?
— ¡Cariño…!
— ¡¿Mi niña?! ¡¿mi
amor?! ¿eres tú? —una lágrima resbala por mi
mejilla…la emoción de volver a oír su voz…
— Te he echado tanto de menos…
te he esperado tanto tiempo… y por fin… otra vez juntos… y esta vez
juntos para siempre…
BuktopSan
BuktopSan
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