(...)
La estrechó por la cintura y la atrajo hacia sí con los ojos entornados, deslizó su nariz suavemente, acariciando la cara de Celeste y, después, la beso tiernamente en los labios. Subió de nuevo la mirada como pidiendo permiso de ella y Celeste se abandonó."
De "Entre Celeste y Violeta" de Charo Bernal.
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