miércoles, 2 de noviembre de 2016

Entrada...

"- ¿Has encontrado a tu hija? -inquirió a un paso de él.

- No -contestó-. No -reiteró esa vez para sí-, aunque creo saber donde está.
Ella se abrazó a él y escondió su rostro en su cuello.

-Ve a encontrarla, pues -le conminó irguiendo la cabeza y mirándolo directamente a los ojos.

Y a diferencia de su percepción en la anterior salida, en esa creyó encontrar ánimo en sus palabras y no solo resignación.

- Apresúrate -insitió ella- No regreses sin tu hija. Te esperaré aquí el tiempo que sea necesarío, pero debes liberarla. Es tu hija. Tu familia...

- Tú también... -trató él de decirle.

- Lo sé. Lo sé. Ya no tengo dudas. Yo también soy tu familia -hablaba con firmeza- Por eso debes liberarla. Yo podría convertirme en el refugio de tu dolor si no la encuentras, pero no te quiero así ni te deseo ese daño. Te quiero feliz a mi lado. Debes ser fuerte y feliz para poder soportar y corregir mis errores.

Él carraspeó una vez, dos... No pudo contestar. Tenía la garganta encogida, áspera. Ella le acarició la mejilla con el dorso de una mano, y ese gesto lo convenció de que, si no había tenido suerte con muchas de las mujeres de su vida, la fortuna le había sonreído finalmente con el regalo de una que le amaba de verdad y a la que él amaba en la misma medida."

De "Los Herederos de la Tierra" de Ildefonso Falconés

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