Cada noche esperaba a descubrir por qué orilla del amor optaba su nueva amante. ¿la feroz pasión animal y cruda emoción? ¿o la lentitud, moderación, dulzura y tranquilidad? Cualquiera le complacía. Probablemente la noche siguiente escogería a una que preferiría la orilla opueta.
Así se iba forjando la reputación como amante feroz y amable, duro y suave. Nadie se daba cuenta de la contradicción y cada mujer estaba convencida de que había conocido su persona real. Como si él se atreviera a mostrar su verdadera naturaleza (...)"
De “El Proscrito” de Jon Courtenair Grimwood
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