miércoles, 7 de agosto de 2013

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 << “(…) se conocía muy bien así mismo. (…) Su carácter flemático le permitía mantener sus emociones bajo el férreo control de su intelecto. No era demasiado difícil reemplazar una familia, esposa e hijos… ya que su deseo sexual era fácilmente reprimido.



(…) Los libros y los manuscritos nunca traicionaban y no pedían nada a cambio. Tenía amigos… pero ellos solo conocían lo más superficial de su mente insondable. (…) Afortunado es el hombre que tiene tal grado de autocontrol, porque sin amor ni hay dolor ni sensación de pérdida. Su juventud preternatural había sido el resultado de su temperamento sosegado y de los muros infranqueables que había construido alrededor de su corazón.” >>


De “El Rey Arturo. El hijo del Dragón” de M.K. Hume

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