miércoles, 14 de agosto de 2013

Entrada...

“(…) De las páginas en blanco de nuestro futuro deberíamos aprender todavía la lección de que el Diablo creo la juventud para que cometiésemos nuestros errores y que Dios instauró la madurez y la vejez para que pudiéramos pagar por ellos.”


De “El Palacio de la Medianoche” de Carlos Ruiz Zafón


sábado, 10 de agosto de 2013

[ángel de la guarda]



Doy vueltas en la cama, a pesar de ser noche avanzada no consigo conciliar el sueño. Medio adormilado voy de un lado a otro. Las gotas de lluvia repican en la ventana. A lo lejos se oyen truenos. La luz de los relámpagos ilumina tenuemente la habitación. Sigo moviéndome en una danza intranquila de mi cuerpo, no es normal en mí que apenas me muevo en la cama.

Hace viento. Un golpe sordo de la puerta me sobresalta al mismo tiempo que un enorme rayo ilumina una silueta de largos cabellos bajo los marcos de la entrada. La noche se vuelve oscura. La tormenta parece que amaina, sigue habiendo truenos y rayos pero con menos intensidad. La luz se vuelve más tenue, la silueta de largos cabellos sigue ahí, apoyada en el marco de la puerta, observándome. Gotas de sudor frío corren por mi frente. Me incorporo sobre mis codos sin dejar de mirar a la entrada, sin dejar de mirar el contorno oscuro de la silueta de largos cabellos que me observa…

Se acerca despacio… paso a paso… tranquila y lentamente… segura de sí misma… siento como el colchón de la cama cede bajo el peso de su cuerpo… otro relámpago ilumina la habitación y veo su cuerpo completamente desnudo… tan solo con un lazo atado a su cintura… otro gran rayo y veo el color de la cinta en sus caderas… un lazo rojo… un lazo de fina y suave seda… como el envoltorio de un regalo sin abrir… se tumba a mi lado y acaricia mi pelo… emana un profundo respeto y así mismo me llena de calma…

Su mano acaricia ahora mi pecho e insinúa que me tumbe de nuevo en la cama… sus dedos recorren mi cuerpo… las cosquillas me estremecen…  sus labios se despliegan en mi sien mediante un tierno beso… una suave y húmeda caricia que se funde con mi piel… baja su boca hasta mi oído y comienza a entonar una tranquila melodía… la lluvia repica suave en la ventana…  marca el ritmo de su nana… suave como sus caricias… suave como la seda del lazo de su cintura… sus brazos se acoplan a mí… noto su cuerpo desnudo contra el mío… su piel contra mi piel… encajan en una perfecta armonía…

Poco a poco la tormenta se esfuma… el sonido de los truenos se desvanece a lo lejos… ella me arrulla… me mece… me acaricia y me canta… el marco perfecto para caer rendido al sueño… fundidos en ese abrazo, la quietud vuelve a mi cama…

Los rayos de sol golpean en mi cara, un día radiante se ve a través de los cristales de la ventana. Perezosos mis ojos se abren poco a poco… estiro mi cuerpo en todo el ancho de la cama. Recuerdo la tormenta… recuerdo mi sueño… recuerdo el roce de sus dedos… las caricias de sus besos… la melodía de su canto… y recuerdo su abrazo… pero lo que jamás olvidaré de aquella noche es el lazo rojo que apareció enredado en los dedos de mi mano… ese ángel que me cuidó cuando no podía conciliar el sueño… mi ángel de la guarda…

miércoles, 7 de agosto de 2013

Entrada...

 << “(…) se conocía muy bien así mismo. (…) Su carácter flemático le permitía mantener sus emociones bajo el férreo control de su intelecto. No era demasiado difícil reemplazar una familia, esposa e hijos… ya que su deseo sexual era fácilmente reprimido.



(…) Los libros y los manuscritos nunca traicionaban y no pedían nada a cambio. Tenía amigos… pero ellos solo conocían lo más superficial de su mente insondable. (…) Afortunado es el hombre que tiene tal grado de autocontrol, porque sin amor ni hay dolor ni sensación de pérdida. Su juventud preternatural había sido el resultado de su temperamento sosegado y de los muros infranqueables que había construido alrededor de su corazón.” >>


De “El Rey Arturo. El hijo del Dragón” de M.K. Hume